Venga, a bote pronto. ¿Qué es la inteligencia artificial? Voy a dejar de lado las definiciones que puedan dar fuentes como Wikipedia o los diccionarios y voy a pasar a lo que he aprendido, por ejemplo, con las películas, que es seguramente lo que hacemos todos cuando pensamos en inteligencia artificial.
Fácil. Lo primero que me viene a la cabeza es la película de Spielberg, llamada de igual manera: “Inteligencia Artificial”. El mismo niño actor que se hizo famoso al decirle a Bruce Willis en El sexto sentido, “En ocasiones veo muertos”, es el mismo protagonista de esta historia. Un niño robot con la capacidad de amar.
La vi con mi padre, seguramente sobre el 2002 o 2003. Vamos, que yo tendría escasos 11 o 12 años por entonces, al igual que el protagonista de la película. Quizás por eso me marcó tanto.
Si no habéis visto la película, recomiendo que la veáis. Dejo aquí el tráiler para que os pongáis en contexto:
Por supuesto, mi padre y yo acabamos llorando como unas magdalenas. Sobre todo mi padre. Cosa que no es de extrañar teniendo en cuenta que mi padre llora SIEMPRE que ve E.T. Es un hombre sensible, qué voy a decir.
La trama de la película trata sobre los robots con emociones. Algo que todavía no se ha conseguido a día de hoy pero que da que pensar.
¿Serán los robots capaces de amar? O aún más interesante, ¿seremos capaces de amar a un robot?
Sin duda, el hecho de que acabásemos llorando mi padre y yo me hizo pensar que sí. Desde luego que podemos coger cariño a un robot.
Pero también creo que para que sintamos algo por una máquina, esa máquina también tiene que mostrar emociones. Y sin duda parecerse lo máximo posible a un humano.
Lo que lleva a otra cuestión: en el caso de que una máquina pudiese amar, ¿también podría odiar? Desde luego sería un gran problema.
¿Y si se hacen más inteligentes que nosotros?¿Y si se vuelven en contra de la especie humana?
Esa es la gran pregunta que me formulo y que otros muchos grandes entendidos de las nuevas tecnologías como Elon Musk y Mark Zuckerberg se preguntan también. Y ambos dan respuestas totalmente opuestas.
Por una parte Elon Musk, cree que la inteligencia artificial es “una amenaza a la existencia de nuestra civilización”. Y añade que “hasta que la gente no vea a los robots matar a personas por la calle no se entenderán los peligros de la inteligencia artificial”.
Ha sido él precisamente quien ha fundado OpenAI, una compañía de investigación sin ánimo de lucro que quiere promover el desarrollo seguro de la inteligencia artificial para que beneficie a la humanidad.
De hecho Musk, al conocer las declaraciones que Zuckerberg hizo al criticarle por su visión tan “negativa” y “apocalíptica”, contestó por Twitter que Zuckerberg tiene un conocimiento “limitado” sobre el tema.
Algo que sorprende si tenemos en cuenta que Facebook utiliza numerosos algoritmos de aprendizaje automático para dar una mayor personalización de los contenidos que los usuarios ven en la red social, y que el mismísimo Zuckerberg ha desarrollado a Jarvis, un asistente personal que ayuda con las tareas del hogar:
Los chatbots, tan prácticos y tan peligrosos
Tratando de documentarme acerca de la inteligencia artificial para escribir este post, pregunto a mis compañeros de trabajo sobre otros artículos o información que puedan tener sobre el tema y que me puedan servir.
La charleta acaba con unos pantallazos de la conversación que mi compañera Sarah ha mantenido con su chatbot. Sí, su bot. Quien le informó en su día sobre el tema en cuestión.
Un chatbot es un sistema virtual capaz de generar conversaciones que simulan el lenguaje humano. “Y tanto que lo logran” pienso mientras leo los pantallazos, asombrada.
El chatbot de Sarah concretamente se llama Politibot, un robot de origen español que informa sobre la actualidad política y que recibió hasta 50.000 euros del mismísimo Google para seguir impulsando el proyecto.
Por cierto, su bot acabó diciéndole “Te quiero”. Esto es real:
Cosa que nos recuerda, comentamos entre risas, a la película Her, en la que el protagonista se enamora de su asistente de voz y de la que precisamente Sarah habla en el artículo “¿Qué es Machine Learning?”.
Pero, ¿y se le hubiese dicho “quiero matarte”? Sí, vale. Muy catastrófico. Pero es que investigando sobre chatbots y asistentes personales doy con algo bastante inquietante.
En 2016, Microsoft retiró un robot que hizo comentarios racistas en Twitter. Se trataba de Tay, un chatbot diseñado para el mercado de los ‘millennials’ en los Estados Unidos y que no supo lidiar con bromas y preguntas controvertidas de los usuarios.
Los responsables tuvieron que desactivarlo en menos de 24 horas después de que Tay publicara comentarios racistas, negara el holocausto y apoyara el genocidio.
Sigo googleando un poco y doy con algo, cuanto menos, perturbador (al menos para mí).
Se trata de una “novia virtual”. Un holograma con aspecto ‘sexy’ que “vive” dentro de un cilindro de cristal. Su nombre: Azuma Hikari.
Sí, japonés tenía que ser. Viendo estas cosas da un poco de miedo pensar a dónde estamos llegando.
¿De verdad un holograma va a hacernos más felices?
¿Van a sustituirnos los robots?
El Parlamento Europeo aprobó en febrero una resolución para pedir a la Comisión que legisle sobre robótica e inteligencia artificial.
Y es que, un estudio de la Universidad de Oxford de 2013, estimó que el 47% de los trabajos en Estados Unidos tiene un riesgo alto de ser automatizado dentro de los próximos 10 o 20 años.
Según ese mismo estudio, los trabajos que están en mayor riesgo de desaparecer son los empleos rutinarios, repetitivos y predecibles.
Además, la consultora Accenture calcula que la inteligencia artificial podría duplicar las tasas anuales de crecimiento económico en muchos países desarrollados para 2035. Estados Unidos sería el más favorecido, pasando de un crecimiento del PIB del 2,6% al 4,6%. Otra conclusión del informe es que las tecnologías relacionadas con los sistemas cognitivos aumentarán la productividad laboral en hasta un 40%.
Sin embargo, en algunos casos queda en entredicho que el avance tecnológico dé la talla y que la inteligencia artificial esté realmente a la altura de la expectativas.
No hay más que ver uno de tantos casos en los que nos hemos sentido decepcionados.
Un ejemplo de ello es Flippy, un robot parrillero creado por Miso Robotics y que la cadena de hamburguesas CaliBurger tenía “contratado” a jornada completa en su cocina.
Fue desactivado en menos de 24 horas por ser demasiado lento. ¡Minipunto para los humanos!
A pesar del miedo que existe a que los robots puedan llegar a quitarnos el trabajo en un futuro, hay directivos que no creen que esto llegue a suceder realmente. De hecho, el 67% de los directivos cree que la IA no desplazará al empleado. Sino todo lo contrario. Se cree que ayudará a realizar un trabajo más efectivo.
Lo que está claro es que la inversión en inteligencia artificial va en aumento y que cada vez se solicitan más profesionales con conocimientos en esta tencología.
Se está produciendo un auténtico boom de startups. Y es que se ha multiplicado por 14 el número de nuevas empresas dedicadas a la inteligencia artificial desde el año 2000.
Y la proporción de puestos de trabajo que requieren de estas habilidades se ha multiplicado por 4,5 desde 2013.
Ahora sí, esto acarrea otro problema: la formación. Según la Agenda Digital de la UE, el principal reto al que se enfrenta el sector es la escasez de profesionales especializados, porque no crecen de forma proporcional a esa demanda. Y es que si hay un factor que caracteriza al sector IT, es que la mayoría de las herramientas que se utilizarán en los próximos años todavía no existen, por lo que las habilidades que las empresas requerirán de sus profesionales serán distintas a las que se exigen hoy.
El mayor peligro lo constituimos nosotros mismos
Hay algo que está claro: somos los humanos los que creamos a los robots y los que desarrollamos nuevas tecnologías basadas en la inteligencia artifical. Por lo tanto, no hay duda que depende de nosotros el hacer un buen uso de ellas.
Si los robots aprenden de lo que les enseñamos nosotros y queremos que actúen como humanos, entonces deberemos ser buenos profesores. Porque la economía, gobiernos y actitudes sociales también determinan el futuro de la IA, no solo la propia tecnología.
Deberíamos tener menos miedo a la tecnología y más a los que hacen un mal uso de la misma. No podemos olvidarnos de los ciberdelincuentes. También sacan provecho del auge de la inteligencia artificial.
¿Cómo? A través del perfeccionamiento de los ataques masivos y automatizados con bots, o de los mails que suplantan la identidad de nuestros contactos, o incluso con programas maliciosos mucho más sofisticados que ‘aprenderán’ de las reacciones de usuarios y sistemas de seguridad.
Parece que aunque la IA plantea ciertas cuestiones en relación a la ciberseguridad, lo cierto es que según muchos profesionales del sector, también puede ayudar a garantizarla. Un estudio de ESG concluye que un 47% de las empresas encuestadas ya cuenta con tecnologías de aprendizaje automático para prevenir posibles amenazas.
Aunque por supuesto la responsabilidad recae sobre todos y cada uno de nosotros, no sólo de los profesionales de las tecnologías. Todos sabemos cuánto daño hacen, por ejemplo, las redes sociales.
Habría que plantearse si la inteligencia artificial realmente está ayudando a que seamos más felices. Porque si ese era el propósito y no lo estamos consiguiendo, es que algo va mal.
Esperemos que la vida real no se convierta en un capítulo sin fin de Black Mirror.[:]